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domingo, 21 de junio de 2009

Tres maneras de ver el mar

Recuerdo la primera vez que vi el mar. La experiencia tuvo muchos aspectos: Asombro ante su imponencia y su inmensidad, curiosidad por saber qué se sentiría entrar en él, y al mismo tiempo miedo a lo desconocido.

Se me ocurre que es posible hacer una analogía entre el mar, las reacciones que causa en nosotros y la vida misma.

Imagina por un momento que estas en la playa observando el océano y que ese océano es tu vida. ¿Qué actitud tomar hacia él? A mi se me ocurren tres posibilidades.

1. Observar desde la playa.

Vemos el mar y nos parece demasiado temeroso, en la playa estamos seguros, es firme y sólida mientras que el mar se mueve constantemente, a veces esta calmado pero otras veces es feroz. No tenemos idea de los misterios que oculta.

De pronto introducimos un dedo y sentimos el agua fría, escuchamos el estruendoso crujir de las olas, nos asusta. La sensación de seguridad en la playa es muy fuerte, el mar en cambio es demasiado impredecible.

Finalmente decidimos no entrar, más bien lo observamos desde la comodidad y familiaridad de la playa. Podemos ver el mar pero nunca sabremos qué es bañarse en él.

Esto equivale a ir por la vida aferrándonos a lo conocido y lo familiar, tal vez cumpliendo las expectativas que alguien mas nos fijó. Haciendo lo que los demás esperan de nosotros y respetando las creencias que otros inventaron sin cuestionar su realidad.

2. Conquistar el mar.

Después de dudarlo un rato, decidimos dejar nuestros temores a un lado y adentrarnos en el mar con la idea de conquistarlo, de descifrarlo. Tal vez si lo estudiamos lo suficiente, si luchamos con tenacidad, podamos llegar a controlarlo ajustándolo a nuestros deseos.

Muchas veces esta es la actitud que tomamos hacia la vida. Nuestra idea es que si tan solo logramos crear y mantener las circunstancias perfectas (el trabajo perfecto, la pareja perfecta, la salud perfecta, etc.) entonces seremos felices.

El problema con esta manera de pensar es que ni el mar ni la vida son estáticos. Están siempre en continuo movimiento. Tratar de controlar el mar o la vida es el camino directo a la frustración crónica. No importa cuanto nos esforcemos siempre el mundo esta cambiando. El afán por tratar de que las circunstancias o las personas se comporten de acuerdo a nuestra idea de lo que es adecuado, es una clara demostración de egoísmo (yo tengo la razón) y la causa de la gran mayoría de nuestro sufrimiento.

Ni el mar ni la vida se pueden controlar.

3. Surfear.

Existe otra manera de abordar el mar y la vida. La manera del surfista. El surfista no tiene ningún afán por controlar el mar, más bien se enfoca en su respuesta hacia las olas que el mar le envía. Un buen surfista no lucha con las olas, un buen surfista se adapta a las olas que llegan. No trata de cambiarlas por que reconoce que es inútil. El aprende a leer el mar, a observarlo, pero no pasivamente desde la playa, si no adentrándose de lleno en el, haciéndose uno con el.

Un buen surfista esta atento, despierto, consciente.

Él reconoce que las olas más grandes pueden ser las que generen más miedo, pero al mismo tiempo son las que lo pueden llevar más lejos. Él sabe que si no fuera por esas olas gigantescas (y a veces amenazantes) no avanzaría, por lo tanto las recibe con todo su ser, se funde con ellas, se convierte en su amigo y ellas le responden dejándose montar, llevándolo a lugares a los cuales jamás llegaría sin ellas.

El buen surfista da las gracias por las olas más grandes y amenazantes.

Tal vez podamos aprender a surfear la vida, a reconocer su constante cambio y a adaptarnos a ella, a ser uno con ella. A recibir cada momento como una nueva ola y a aprender a ver aquellas olas gigantes y amenazantes como oportunidades de avanzar. Al igual que el mar no crea dos olas iguales, la vida no crea dos momentos iguales.

Así como el surfista esta totalmente inmerso en la ola que esta montando, el ser humano consciente esta totalmente en el momento presente, abriéndose a el, recibiéndolo con todo su ser. Él reconoce lo precioso de cada instante y no se siente aislado ni separado de la vida. Él es uno con su vida y la valora tal como es.

Resentir tu vida es como luchar contra el mar, es una lucha perdida. Aprende a valorar tu vida, a ser uno con tu vida y te llevará a lugares que jamás imaginaste.