Hay una sensación especial en nosotros cuando realmente nos dejamos envolver por la música, una sensación de levedad, de que el tiempo se detiene y nuestro único propósito es disfrutar del sonido. Es por que cuando la música nos absorbe no estamos buscando un objetivo ni tratando de encontrar un por qué, no estamos persiguiendo una meta o un fin. Si así fuera adelantaríamos nuestros reproductores hasta llegar al final de lo que suena, o iríamos a conciertos a escuchar únicamente el sonido del ultimo acorde.
Cuando realmente escuchamos música no estamos tratando de "llegar a algo" y lo único real es el momento presente, el pasado y el futuro no importan.
Pero nuestro diario sentir es bastante diferente. Nos parece que la razón de estar vivos es precisamente llegar a algo, conseguir algo, bien sea dinero, la pareja perfecta, éxito profesional, estatus, iluminación espiritual, o el nombre que le quieras poner.
Si en nuestra sociedad un niño le pregunta a su madre ¿mami, para qué voy al colegio? Ella seguro le dirá algo como "para que aprendas y luego puedas ir a la universidad" ¿y para qué voy a ir a la universidad? "pues para que estés bien preparado cuando salgas a trabajar" ¿y para qué quiero trabajar? "para que construyas una carrera y así puedas conseguir dinero, te cases, formes una familia y llegues a ser una persona exitosa".
Así aparece en nuestra mente la idea de que la vida es una especie de viaje dividido en etapas donde el propósito final es "llegar a algo" o dicho en otras palabras "ser exitoso". Entonces nos asignan un número y nos convertimos en un participante más de la desquiciada e inconciente carrera por el éxito.
El problema es que esta carrera no viene sola, trae consigo una constante angustia producida por el miedo de que tal vez nunca lleguemos a serlo y de que nuestra vida haya sido en vano. Siempre sentimos como que algo más nos hace falta y que si tan solo lo consiguieramos finalmente estariamos "completos".
La carrera empieza entonces con preguntas que nos hacen a todos de niños ¿y tú que quieres ser cuando seas grande? Después en la adolescencia ¿qué carrera piensas a estudiar? Pero eso no es suficiente, luego tenemos que decidir en qué vamos a especializarnos, cuál va a ser nuestro campo de trabajo, con quién nos vamos a casar, donde vamos a comprar la casa, en qué colegio van a estudiar nuestros hijos, cuál es es el mejor plan de jubilación y hasta en qué cementerio nos van a enterrar. Vemos la vida como un asunto muy serio en donde debemos esforzarnos cada segundo por lograr algo.
Y siempre en nuestra mente tenemos la idea de que estamos trabajando para llegar a ese objetivo que nos vendieron de niños, ser exitosos (ojala en todas las área de la vida, profesional, familiar, laboral, etc.) Y con cada escalón que subimos (graduarnos del colegio, de la universidad, ascender de puesto, casarnos) sentimos que nos acercamos más y más a esa meta, a ese fin que tanto anhelamos y que le da sentido a nuestra vida.
Asi cuando finalmente llega nuestro ultimo dia en la oficina, el consultorio o la tarima, después de sesenta o mas años buscando esa meta por fin podemos decir ''lo logre, he llegado" y celebramos hasta la saciedad.
Pero al despertar el dia siguiente hay una extraña sensación. De pronto vemos a nuestro alrededor y notamos que en el fondo nada ha cambiado, no nos sentimos muy diferentes a todos los días anteriores, el cielo sigue siendo azul, el sol brilla igual que antes y la gente sigue siendo igual de buena o de mala.
Entonces en ese momento tal vez nos sintamos un poco engañados. Y es que en verdad hemos sido engañados. Resulta que por estar buscando desesperadamente esa "meta" que nos prometieron (o que nosotros mismos nos prometimos) nos perdimos de la vida.
Por que en realidad no se trata de "llegar a algo", se trata de escuchar la música y de cantar y bailar con ella en este mismo instante.
Escucha la música de tu vida con atención en cada momento y descubrirás lo perfecta que es.
Por que esa música eres tú.
Santiago Jimenez Blanco
Schopenhauer sitúa a la música como el arte supremo; luego de encumbrar al mismo como la máxima expresión del genio humano. Según él, en la experiencia artística, cuando se está frente a una obra magnanima, el individuo pierde noción de su individualidad, en una experiencia que linda con lo místico. Es pertinente recordar que esa experiencia primigenia es la naturaleza de todo, y el afán teleológico, un mero espejismo de nuestra mente racional.
ResponderEliminarHermoso!!!!bailamos¡?¡?
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